Nicolás Maduro acusa a los opositores de provocar los incidentes diciendo que “venían preparados para atacar a los diputados de la revolución”. Ellos intentaban restablecer su derecho a hablar. No cuenta que Diosdado Cabello, el líder de la asamblea, censuró y cerró los micrófonos a quienes no aceptaron, a la fuerza, a Maduro como presidente ilegal.
Maduro, asustado por lo que ve: un pueblo rabioso y ricos y pobres descontentos (no todos comen cuento comunista), le echa la culpa al candidato opositor Capriles y a los medios de comunicación de ser responsables de los muertos y heridos en la protesta del lunes 15 de abril, cuando muchos venezolanos sospechan que fueron las milicias bolivarianas.
Maduro y Cabello son dos personajes astutos que sacarán provecho de la partida de Chávez; el extinto será leyenda y en la historia quedará como el salvador del pueblo, cuando en vida se derrumbaría solo, como de hecho ya se estaba derrumbando. Ellos, los herederos, están haciendo un trabajo minucioso, vigorizando la leyenda para usarla como nueva carnada de incautos. Chávez los sostendrá desde el sepulcro.
Todos sabemos las tretas usadas en el pasado para llegar a este punto. Desde que asumió su primer mandato en febrero de 1999, elegido por el pueblo que confió en él cansado del pillaje de una clase dirigente corrupta, Chávez fue tejiendo la red para no volver a entregar la presidencia. Escribió su propia constitución y se apoderó de los puestos más vitales del gobierno, usando la democracia como método y escudo, lo cual permitió que se atornillara al poder.
Desarraigar el comunismo, incrustado en la médula de la nación, desde el sistema educativo, la salud, la burocracia neo-burguesa, hasta persuadir a las fuerzas armadas que apoyar a Chávez ha sido el peor error histórico de su historia, será tan difícil como extirpar la malignidad de los tumores que, supuestamente, han ido diezmando la energía y fortaleza del perturbado líder.
Sin dejar que la oposición se levante del golpe, el chavismo amenazó que la revolución socialista se radicalizará; entonces, debemos preocuparnos porque habrá más persecución a la prensa y expropiaciones con el sofisma de que es la riqueza recuperada para el pueblo, pero es mentira, porque quienes viven con lujos y derroche son los que están en el poder, los “boliburgueses”.
Las artimañas del dictador para preparar el terreno a su favor han sido variadas. La más evidente es el manejo de la supuesta enfermedad para que el pueblo lo compadezca. La otra es su transformación religiosa; ahora agradece a Dios los beneficios recibidos para seguir viviendo porque, de acuerdo a su chifladura, fue escogido para llevar a su pueblo al “paraíso” de la revolución del siglo 21.
En el momento de partir a Cuba el dictador dejó entrever que su futuro, bien sea por la dolencia o por otro motivo, estará en el espíritu revolucionario de sus partidarios venezolanos: “Cuando este cuerpo se acabe, Chávez estará en las calles, estará en el pueblo, para seguir dando batalla por Venezuela”.
Indigestado de egolatría el presidente venezolano ha ido cavando su propia tumba, cerrando las puertas a quienes podría apoyarlo, ante la fragilidad de su cuerpo por la enfermedad y el raquitismo político que lo ha debilitado ante el pueblo.
Ténganse fuerte en sus asientos porque lo que está a punto de vivir Guatemala, podría ser igual o peor a lo que ocurre en esos países, donde hay sectores multitudinarios de la sociedad que se dejan engañar con ilusiones de un mejor futuro y son una fuerza peligrosa que defiende absurdamente a una mujer populista que no respeta la ley.
Otros ignorarán que exportó la revolución bolivariana cambiando el destino de ciertos pueblos latinoamericanos que decidieron escoger ese camino tortuoso y quizás equivocado; ellos apenas están comenzando a sufrir el daño socioeconómico el cual muchos expertos auguran como el acabose para el futuro de esas naciones.
El jueves 9 de diciembre pasado, Hugo Chávez introdujo ante la Asamblea Nacional un proyecto de ley que castigaría el uso de la Internet y las redes sociales que envíen “mensajes irrespetuosos a los poderes públicos».