Las palabras en nuestro español latinoamericano varían de significado según el origen. Rápidamente, sin reflexión, pasan de un vocablo coloquial a una grosería.
Aspirar a que las leyes resuelvan las querellas es normal, tanto en Estados Unidos como en Latinoamérica, con la diferencia que en nuestros países beneficiarse es difícil, porque, aunque seguramente son buenas, no siempre se pueden aplicar por varias razones: falta de empleados estatales, corrupción y hasta pereza administrativa.
Es prohibido proponerlo, porque los narcotraficantes mandan a matar a quien plantee legitimar su negocio. Perderían el lucro inmenso generado por la ilegalidad.
El “ejército del pueblo”, el de las FARC, es “farcsante”. Sus milicianos, desconectados de la realidad, ignoran el sentido de una revolución favoreciendo al pueblo.