Lo que pasa con el presidente colombiano Álvaro Uribe es que es hábil para poner de su lado a la prensa arrodillada ante su imperio, por miedo o porque saca provecho del momento histórico.
A la Iglesia le atañe estimular la vocación sacerdotal invitando a sus curas a ser felices, pero también debe luchar por rescatar a los fieles decepcionados de sacerdotes pedófilos y antisociables que causan lástima por su vacío interior.
El presidente colombiano Álvaro Uribe sabe que la prensa es muy útil para gobernar sin presiones. Él regaña a quienes se salen de su redil y no dudo que utiliza influencias y amistades para quitar obstáculos.
Si Uribe se va los colombianos, a quien, según ellos, él les devolvió la esperanza y la tranquilidad en estos casi ocho años de gobierno, podrían perderla otra vez y regresar al pasado cuando creían que todo estaba perdido.