En Latinoamérica la gente pobre lucha cada día para encontrar una fuente de agua y en algunos lugares la mendigan y en otros pagan caro para llevarla a la cocina, aunque no sea pura.
La mayor parte de muertos los ponen las naciones donde se produce y exporta la droga, pero no tantos en los países consumidores.
El silencio es cómplice y permite que estos hechos se repitan sin control ni ley. Precisamente es la falta de leyes, que castiguen a los hombres golpeadores y abusadores, lo que vuelve a las mujeres vulnerables.
Estas mafias no se detienen porque no poseen moral. Popularizan la idea de que las droga blandas, como la marihuana, no son malas, con el fin de encaminar a sus “usuarios” hacia el consumo de las duras, la cocaína y la heroína.