Los dirigentes y la sociedad centroamericana deben señalar a los culpables y poner un escudo para lograr contrarrestar la llegada del narcotráfico que entró a casa como un huésped indeseado.
Hugo Chávez sabe muy bien que al dejar tomar aliento a los guerrilleros colombianos en territorio venezolano, favorece su plan de extender la utópica revolución bolivariana por América.
Como dicen coloquialmente en Colombia a Betancourt “se le fueron las luces”. En la selva perdió lucidez. Salió turbada y no volvió a encontrar el camino en las sombras de su mente.
Somos culpables los periodistas por promover este tipo de morbo y difundir la codicia y la ambición de jóvenes como Larissa, que ansían fama y fortuna y para conseguirlas son capaces de vender su alma al diablo.
¿Por qué algunos narcotraficantes son más «peligrosos» que otros? ¿Por qué castigan más a quienes han sido involucrados con políticos y dirigentes latinoamericanos o los que invierten su dinero fuera de los Estados Unidos? ¿Qué encubren las autoridades con ciertos capos? ¿La basura debajo de sus camas?