Al bajar del avión, esa placidez y frenesí de sentir el aire fresco y cálido golpear la piel, comenzó a convertirse en un frente frío venido del norte, recordándonos que habíamos llegado a un territorio donde hay que cuidar la billetera.
Las Farc son un ejército revolucionario contra el pueblo, cuyos ideales son anacrónicos y despiadados, integrado por hombres con corazones de hielo, como Timochenko, que jamás merecerán representar a nadie en el poder. Si no se rinden pronto, como lo hizo ETA en España, se fundirán en la hoguera de sus propios resentimientos.
Lo primero que debemos entender es que no son eventos aislados. Están más cerca de lo que creemos. Pueden ocurrir frente a nuestras narices: una compañera de trabajo que llegó con ojos llorosos; la hermana que no volvió a visitarnos; la prima que dice estar enferma de manera permanente o la vecina dicharachera que dejó de serlo.
Algunos países musulmanes castigan con látigo a quien piropee a las damas. En Latinoamérica “el látigo” es para las mujeres porque las miradas lascivas son actos que no se sancionan y por el contrario muchas veces lo justifican culpándolas a ellas: “se lo buscan por provocadoras”, me dijo una señora defendiendo a su hijo fisgón.