Antes de hacer promesas para el año nuevo, reflexione si tiene la capacidad para cumplirlas porque sino serán palabras al viento como todos los años.
Vale la pena poner en armonía nuestro espíritu. Que la caridad sea lo primero. No dañemos premeditadamente a los demás. No hagamos trampa ni engañemos con el pretexto de que es por el bien propio o de alguien más.
No hay que devanarse los sesos: la miseria en Nicaragua no será resuelta por un gobierno nepotista, ni amordazando el periodismo, ni construyendo un canal interoceánico como utópicamente piensan hacerlo, ni mucho menos repartiendo bienes estatales entre sus amigotes.
No vengan a llorar a Nelson Mandela, si no aplican sus ideales. No digan que es un ejemplo, si tratan mal al prójimo. Ni vayan a misa o al culto el domingo, para que el lunes desprecien a sus colegas por su color de piel o condición social.