Los Zetas no tienen corazón, ni moral, ni honor. Aprovechando la miseria y el abandono estatal, se adueñaron del norteño departamento de Petén y una franja de Quiché y Huehuetenango en Guatemala. ¿Por qué Petén? Son casi mil kilómetros de frontera con México, mayormente selvática, donde es difícil el control de la soberanía nacional.
Las Farc sorprendieron en el primer encuentro al destapar un vocero oculto, Iván Márquez, un rebelde radical y guerrerista que se ha opuesto a ceder en el pasado, quien comenzó beligerante diciendo que “Sin justicia social la paz será una quimera”. Sí, eso es cierto, pero, repito, las Farc tienen que darle la cara a las víctimas. Márquez pareciera solo ver las culpas ajenas: “El que se debe someter a un marco jurídico para responder por delitos atroces es el Estado”, dijo.
La rabia no se propagó sola. Grupos extremistas lo planearon todo. Primero, no fue coincidencia que ocurriera en los días del onceavo aniversario de las torres gemelas en Nueva York. Segundo, de acuerdo a la Casa Blanca, hay evidencias que en Bengasi estuvieron involucrados miembros de Al Qaeda. El plan era contrarrestar las operaciones de inteligencia y contrainteligencia, porque desde Libia operaban agentes y contratistas de la CIA que desempeñaban un papel crucial en la vigilancia y recopilación de información sobre grupos terroristas de la región.
El primer proceso de paz con las Farc fue en 1984. Hubo amnistía e indulto y ciertos sediciosos, junto a miembros del Partido Comunista, crearon la Unión Patriótica –UP-, participando en política; así ganaron curules en el congreso y alcaldías, pero, fuerzas oscuras (léase: militares corruptos aliados con narcotraficantes y autodefensas) asesinaron a más de 3500 militantes de ese grupo, lo cual les sirvió de justificación a los rebeldes para seguir en la lucha.
La llave maestra no es inversión militar ni artículos de ley que se queden en papel. La apertura para la paz es justicia social. Darle beneficios de salud y educación al pueblo. Promover y estimular a los empresarios para que creen fuentes de trabajo sin el miedo de tener a secuestradores o extorsionistas acechando frente a sus casas, oficinas o fábricas.
Los periodistas amenazados disponen de opciones poco decorosas para sobrevivir: autocensurarse es la más detestable; exiliarse, sensata; jubilarse antes de tiempo, engaño a uno mismo y la más indigna: venderse, y no al mejor postor, sino al que nos cuide de otros enemigos.
El amago de guerra va en aumento ante la intransigencia y el peligro que, en efecto, representan Irán y su líder Mahmud Ahmadineyad, individuo fanático y extremista, y por otro lado, Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, a quien los críticos señalan de tener un temperamento explosivo y radical. En su última visita a Washington, en marzo pasado, exigió tormentas de guerra como única defensa frente a la hostilidad que los iraníes ejercen en la zona.
En su última aparición en un video clandestino, el jefe de la banda, Timoleón Jiménez, alias «Timochenko», le propuso al presidente Juan Manuel Santos retomar el diálogo y discutir sobre privatizaciones, depredación ambiental, democracia de mercado y doctrina militar, para ponerle fin al conflicto interno.
El Centro Brady, grupo que trabaja para Detener la Violencia Armada, aconseja extender esta ordenanza en toda la nación, lo que limitaría la estrategia de los carteles de la droga mexicanos y centroamericanos, que adquieren cientos de armas a través de “compradores hormiga”, en estados como Texas, Arizona y Nuevo México.
Las Farc son un ejército revolucionario contra el pueblo, cuyos ideales son anacrónicos y despiadados, integrado por hombres con corazones de hielo, como Timochenko, que jamás merecerán representar a nadie en el poder. Si no se rinden pronto, como lo hizo ETA en España, se fundirán en la hoguera de sus propios resentimientos.
La delincuencia prospera en parte por la pobreza en que vive más de la mitad de los guatemaltecos. Esa pobreza significa una pérdida diaria de US$8,4 para la economía nacional, de acuerdo a una tesis reciente del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia –Unicef-.
Uno de los que deberían ser investigados es Álvaro Uribe, quien promovió las Convivir (otra fachada para encubrir a los paramilitares) y quien, en su gobierno, continuó favoreciendo a ciertos de estos asesinos e intentó absolverlos. En cambio a otros, que sabían mucho sobre su pasado, como Salvatore Mancuso, los extraditó a Estados Unidos sepultando la verdad para siempre en una fosa común de impunidad.