Convirtamos cada día en el comienzo de un nuevo año lleno de planes reales que cumpliremos porque estamos convencidos de ello y que no sean solo promesas al viento que se olvidan por la pereza o echándole la culpa a otros.
Cada fin de año, los papás y las mamás se enfrentan a un dilema de cómo satisfacer a sus hijos y explicarles que, a pesar de los difíciles tiempos, el Niño Dios o el Papá Noel o los Reyes Magos, siguen siendo generosos.
Chespirito se fue dejándonos varias lecciones de vida: una de éstas es cómo, de manera sencilla y sincera, se puede divertir a la gente sin morbosidad y vulgaridad. Otra es que, haciendo chistes blancos, también se puede alcanzar una alta sintonía.
Quisiera recomendarles venir de turismo a Eureka Spring, Arkansas, bella región estadounidense, pero no garantizo su seguridad a menos que tenga la piel blanca, hablen perfecto inglés y nunca reconozcan que nacieron en Latinoamérica.
Quien aprenda desde niño a gestionar para bien sus emociones será más feliz de adulto. Pueden capacitarnos en matemáticas, geografía, ciencias e historia, pero si no nos enseñan a amar, a complacer y complacernos, a compartir y a expresar las emociones, seremos adultos aburridos, antipáticos y llenos de amargura.
En el escandaloso libro de Gustavo Álvarez Gardeazábal, «La misa ha terminado», el escritor colombiano hurga en la pestilente olla podrida de la Iglesia Católica, sacando olores que muchos quieren esconder con ambientadores caseros.
Así se basan muchas de las normas impuestas por una sociedad salvaje que vuelve a la gente perversa y ambiciosa y en especial a las mujeres convirtiéndolas en prostitutas legitimadas.
Frente a los Obispos Ortega guardó silencio, simulando ser un hijo obediente, pero tal vez su estómago se revolvía con los ácidos estomacales, como le sucede a los dictadores soberbios que creen tener la última palabra.
La educación en el hogar se complica cuando el Estado usurpa el derecho de los padres a disciplinar y los papás, desesperados por recuperar el control arrebatado, compran cariño y atención a través de regalos y dinero. Recuerdo a mi madre persiguiéndome con una correa para escarmentarme por haber roto un vidrio de la puerta […]
Antes de hacer promesas para el año nuevo, reflexione si tiene la capacidad para cumplirlas porque sino serán palabras al viento como todos los años.
Vale la pena poner en armonía nuestro espíritu. Que la caridad sea lo primero. No dañemos premeditadamente a los demás. No hagamos trampa ni engañemos con el pretexto de que es por el bien propio o de alguien más.
No vengan a llorar a Nelson Mandela, si no aplican sus ideales. No digan que es un ejemplo, si tratan mal al prójimo. Ni vayan a misa o al culto el domingo, para que el lunes desprecien a sus colegas por su color de piel o condición social.