En la Florida proliferan las clínicas del dolor donde los médicos recetan opiáceos como la Codeína, el Vicodín o el Oxicontín, como dar una aspirina. El FBI sigue continuamente pistas de traficantes que compran las pastillas a los pacientes para revenderlas en el mercado negro.
La pandilla de militares involucrados en el trasiego de la cocaína por Venezuela, es mucho más grande de lo que parece. Es el Cartel de los Soles, o mejor, el Cartel Chavista.
Han sido nocivos para la humanidad. Corrompen a médicos, abogados, arquitectos, empresarios e infiltran la política financiando a candidatos y dirigentes. ¿Y qué decir de la narco-cultura promovida por grupos de música de banda que escriben corridos exaltando la violencia y el crimen?
La lucha que se librará en México en los próximos años será más sangrienta y letal que la vivida hasta hoy. La captura del Chapo es un pequeño golpe a la gran industria del narcotráfico.
¿Qué pasará con los record criminales de miles de jóvenes que entraron a las cárceles porque resolvieron dar una probadita de marihuana en una noche de juerga y la policía los pilló?
El suboficial del ejército colombiano, capturado a finales de enero pasado, servía a su ejército como a su propia familia, pero lo que no supo él y tal vez algunos de sus hombres, es que los comandantes favorecían otros intereses políticos, económicos e incluso del narcotráfico.
Más que una defensa social, la guerra civil no declarada que vive México tiene un sospechoso y oscuro trasfondo político y económico.
El narcotráfico no paga bien. Es un negocio maligno y quien se mezcle con estos criminales siempre termina mal: muerto, en la cárcel o perseguido. La cadena siniestra condena a todo el que toca ese dinero sucio.
México atraviesa por una etapa similar. Desde que llegó al poder el presidente Enrique Peña Nieto, formó un séquito de propaganda que se propone maquillar y ocultar la violencia para hacerle creer a la opinión nacional e internacional que el Partido Revolucionario Institucional –PRI-, ha traído de nuevo la tranquilidad y controla eficazmente la seguridad.
Los Zetas no tienen corazón, ni moral, ni honor. Aprovechando la miseria y el abandono estatal, se adueñaron del norteño departamento de Petén y una franja de Quiché y Huehuetenango en Guatemala. ¿Por qué Petén? Son casi mil kilómetros de frontera con México, mayormente selvática, donde es difícil el control de la soberanía nacional.