¿Por qué parte de esa plata de la guerra contra las drogas no se invierte en desarrollar la agricultura, la ganadería y la industria? En las zonas cocaleras y amapoleras de México, Colombia, Perú y Bolivia, les vendría bien recibir insumos agrícolas, tractores, hacerles carreteras para sacar los productos y pagarles mejores precios a los campesinos por las cosechas.
Fernando Londoño fue un alfil en el juego político del ex presidente Álvaro Uribe, odiado por muchos y amado con furibunda pasión por otros. Por eso, los hechos son más relevantes. Señalan los detractores que el atentado favorece al ex mandatario porque no ha ocultado que ansía con frenesí el retorno al poder y el terrorismo convence al pueblo de la necesidad de volver a elegir su estilo de gobierno.
La idea, debatida por años, siempre ha surgido de intelectuales, sociólogos y grupos de ciudadanos preocupados por la violencia que genera ese negocio maligno. Pretenden convencer a los políticos y a los gobernantes de que se debe legitimar y regularizar la producción y el consumo de drogas sicotrópicas para reducir la criminalidad y enfocar todos los esfuerzos a la educación de la niñez y la juventud con el fin de que sepan cuán peligroso es consumir alucinógenos.
Mónica Ledher lleva el peso del apellido de uno de los socios más grandes que tuvo Pablo Escobar, Carlos Ledher, quien, además de pertenecer al Cartel de Medellín, era un narco excéntrico y megalómano; fue uno de los primeros extraditados (1987) de Colombia a los Estados Unidos, condenado a cadena perpetua y 135 años.
Las Farc son un ejército revolucionario contra el pueblo, cuyos ideales son anacrónicos y despiadados, integrado por hombres con corazones de hielo, como Timochenko, que jamás merecerán representar a nadie en el poder. Si no se rinden pronto, como lo hizo ETA en España, se fundirán en la hoguera de sus propios resentimientos.
La ilegalidad hace que el negocio sea rentable. ¿Y a quienes les conviene? A los narcotraficantes principalmente, pero también a los corruptos, a las grandes estructuras de seguridad creadas para combatirlo, desde autoridades locales en cada país, hasta la agencia antidrogas que recibe grandes presupuestos para la lucha e incluso favorece a la industria carcelaria estadounidense.
En solo 3 años (de 2007 a 2010), la ciudad de Chihuahua, sufrió un incremento de homicidios dolosos de 1,635%; Torreón de 1,333% y Ciudad Juárez de 1,213%. Ni siquiera Medellín, en un período de 10 años, en la época más cruenta del narco-terrorismo entre 1983 y 1991, sobrepasó el 1,000% de aumento en los homicidios.
El dato, más que impactante, es vergonzoso. Esta fascinación de las muchachas con el crimen organizado no solo tiene que ver con la búsqueda de comodidad y lujo, sino con el poder. Muchas de estas chiquillas, oprimidas por una sociedad elitista, clasista y que relega de manera denigrante, creen que podrán alcanzar el estatus de quienes las humillan.
Casi cuarenta años de guerra contra las drogas no han reducido ni el consumo ni la criminalidad. Por el contrario, lo que se ha visto es un incremento de la violencia, miles de muertos y aumento en la venta de narcóticos en colegios, barrios y discotecas.
También se conoce que los carteles mexicanos transformaron su territorio en un campo de batalla, peleando entre ellos para quedarse con el mercado de las drogas y de paso aterrorizando a la población con el fin de consolidar su poder a través del miedo. ¿Pero de dónde han aprendido las técnicas terroristas esos narcotraficantes? Alguno dicen que los asesoran guerrilleros colombianos de las Farc, aunque en los últimos días la secretaria de seguridad interna de los Estados Unidos, Janet Napolitano, desvió las miradas hacia los fanáticos islámicos:“Llevamos un tiempo pensando sobre qué pasaría si Al Qaeda se uniera con los Zetas”.
El año 2010 fue uno de los más violentos, según el propio gobierno. El crimen organizado, macabro protagonista del brutal sacrificio social y ciudadano, es responsable de por lo menos 15,723 de los homicidios registrados para sumar más de 35 mil crímenes en todo el gobierno de Calderón, sin contar los colaterales que son cientos más.
El periodismo está siendo agredido en forma letal en por los menos 33 países del mundo. En estos días, la Campaña Emblema de Prensa –PEC- (siglas en inglés), denunció que 90 periodistas han sido asesinados este año. El no muy honroso primer lugar se lo lleva México con 13 muertos. Después le siguen Honduras y Pakistán con 9 cada uno. Colombia ha perdido a 3.