América Latina merece superar ese camino tortuoso que ha recorrido y sufrido desde que asumió su destino. Tiene que salir del limbo, unida, sin consentir caudillajes, manteniendo la estructura de los Estados, sin sacrificar la independencia y aprovechando la interdependencia.
¿Por qué Chávez está dispuesto a derrochar dinero en otros países, teniendo en su casa carencias educativas y de salud, a pesar de los maestros y médicos cubanos que ahora “educan” a los venezolanos? ¿Por qué desplaza a los profesionales propios y trae extranjeros, en vez de defender a los suyos?
La indecisión es normal, porque la vaguedad de los políticos genera confusión. No es fácil sugerir. Mucho menos podría explicarlo yo que soy desconfiado en política. Supongo que ni el más experto en esos asuntos garantiza que las promesas de los candidatos se cumplirán.
Si estos bandoleros, falsos revolucionarios, deciden terminar cinco décadas de guerra derrotados militar, ideológica y moralmente, escondiéndose como ratas y siendo ridiculizados con la liberación de rehenes aceptando sólo 20 millones de dólares, ellos mismos comprobarían lo que siempre se ha sospechado: son unos cobardes.
Dora María salió triunfante, mientras a Ortega le faltó tacto y visión política, no sólo ignorando la protesta, sino amenazando con expulsar a diplomáticos porque supuestamente se inmiscuyen en asuntos internos. Ortega actúa como un dictadorcito en ciernes, pero la paciencia se agotó.
¿A cuántos desaparecidos enterraron clandestinamente en Latinoamérica los gobiernos totalitarios, pretendiendo así proteger la seguridad nacional?
En el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada se supo que ese país exportaba 160 toneladas de hoja de coca para Coca Cola. Un vocero de la multinacional en Atlanta, en ese entonces, negó que usaran cocaína.
Sé que en mi país tenemos una sobredosis de “patrioterismo”, no de patriotismo. Ese fervor ciego y sordo no nos permite ser objetivos y ver la realidad, pero, además, como Uribe representa la democracia, mi amigo paisano tiene derecho a opinar.
Ecuador y Venezuela sacaron las uñas. Y no es porque sus pueblos quieran, sino porque quienes los representan lo demostraron en forma cínica, respaldando a los falsos revolucionarios colombianos, que reparten dolor y desolación a diestra y siniestra, incluyendo en esas naciones, donde extorsionan y secuestran. Me encontré en Washington con Peter Romero, ex subsecretario […]
Con la arrogancia y el desprecio que ostentan ciertos colombianos con ínfulas de burgueses, escuché a una mujer decir: “quien la manda a meterse a la selva… ella sólo buscaba votos”, refiriéndose al secuestro que sufrió la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, en febrero de 2002.
Me da risa tanta alharaca de Daniel Ortega, advirtiendo que sus compatriotas están dispuestos a derramar sangre y más risa me da la intimidación de Álvaro Uribe al amenazar con barcos a unos pescadores humildes. La armada colombiana debería estar combatiendo el narcotráfico.
Investigando, hallé varios casos similares de personas que fueron agredidas, vilipendiadas y humilladas por agentes de policía en Honduras, que nunca salieron a la luz pública, porque sus protagonistas, gente común o personas humildes, temían que tomaran represalias o nunca se investigara.