A Ingrid se le fueron las luces

Creo que intentó meter el gol y después se arrepintió. Aunque retiró la petición, quedó un sabor amargo.

Ingrid Betancourt
Ingrid Betancourt.

Algo pasó en la selva para que una mujer que simbolizaba la esperanza de Colombia y se había vuelto la conciencia de los políticos, se volviera fría y calculadora.

Algunos de sus amigos dicen que siempre ocultó ese feo rostro. Mi impresión era positiva.

Conocí a Ingrid Betancourt en 1994 repartiendo condones en los semáforos de Bogotá, como candidata a la Cámara de Representantes por el Partido Liberal. Le hice una entrevista porque me gustó esa campaña imaginativa de concienciar a la gente sobre el uso del condón para no adquirir enfermedades y no procrear sin sensatez.

Al salir en un medio mundial, interesó a reporteros locales y gracias a esa publicidad ganó las primeras elecciones. Trabajó bien; fue líder contra la corrupción.

Luego figuró en titulares de prensa al entrar en huelga de hambre, protestando por la absolución que le hizo el Congreso a Ernesto Samper, investigado porque el Cartel de Cali financió la campaña que lo llevó a la presidencia.

Betancourt, desilusionada de sus colegas fundó el grupo Oxígeno Verde, con el cual pasó al Senado. Allí volvió a desafiar el poder político tradicional y desenmascaró a ciertos dirigentes y terratenientes, aliados con paramilitares y narcotraficantes. Entonces, fue blanco de enemigos peligrosos que le temían. Estos, parapetados, esperaron que cometiera errores para cobrárselos en el futuro.

Quienes la odian con las vísceras, más por envidia que por ser una líder perversa, señalan que el mismo plan de buscar notoriedad lo tuvo al ingresar sin protección a un territorio de guerra en el sur de Colombia, el 23 de febrero de 2002, lo que facilitó su secuestro por parte de las Farc, el cual duró más de 6 años.

En parte, ella tuvo razón de ir hasta allá. Quiso demostrar que ninguna región debía estar vedada para nadie. Es un derecho moverse con libertad. El gobierno no le dio protección aunque era un deber del Estado para que ella ejerciera el privilegio democrático de buscar votos como candidata presidencial.

Pese a eso, yo considero que cometió un error al exponerse porque, antes del secuestro, había retado a los bandoleros de las Farc diciéndoles “narcotraficantes sin ideología”. Otros hostiles que tampoco le perdonaron.

Para rematar, recientemente pretendió sacarle 8 millones de dólares al Estado colombiano, como compensación por el plagio. Al hacerlo se expuso al linchamiento público y al asesinato moral y político, por la cuenta pendiente que le guardaban, fuego avivado por sectores del periodismo expertos en agredir en gavilla y a mansalva.

Crucificada por estos, argumentó que sólo quería apoyar a otras víctimas de secuestro que demandaron al Estado. Primero, debió utilizar su popularidad mundial para apoyarlos sin tratar de sacar provecho. Segundo, los colombianos no tienen que pagar las fechorías de las Farc.

Creo que intentó meter el gol y después se arrepintió. Aunque retiró la petición, quedó un sabor amargo.

Como dicen coloquialmente en Colombia a Betancourt “se le fueron las luces”. En la selva perdió lucidez. Salió turbada y no volvió a encontrar el camino en las sombras de su mente.

Esa conducta confusa de la mujer que muchos juraban sería presidente, la capitalizaron sus enemigos que no le perdonaron jamás los latigazos que les dio y la verdad que les dijo. Fue acribillada por ellos y ella misma se metió en la fosa.

Raúl Benoit
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Raúl Benoit

Periodista y escritor colombiano de origen francés. Se ha destacado en televisión latinoamericana, como escritor de libros y columnista de periódicos del mundo.

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