
Como si fuera un novio feo, pero rico, que seduce con dinero, el bufón de América busca mujeres necesitadas, cautivándolas con promesas.
Y como toda chica encandilada por un anillo de diamantes, varios gobernantes de Latinoamérica, mordieron el anzuelo, cayendo a los pies de Hugo Chávez, esperando mejorar las condiciones de vida de su pueblo.
El anillo que aparenta ser de varios quilates, pero ilusorio, es un “mecanismo integracionista”: Alternativa Bolivariana para las Américas –ALBA-, donde Chávez y Fidel Castro, además de Venezuela y Cuba, lograron meter a Bolivia, Nicaragua, Dominica y últimamente a Honduras.
El Presidente Manuel Zelaya, quizás visionando beneficios para su gente, aparentemente fue atrapado por el falso seductor. Honduras es una de las naciones más pobres de Centroamérica, con 7,5 millones de habitantes, la mayoría campesinos e indígenas. Su miseria manifiesta es un “bocatto di cardinali” para “conquistadores” como Chávez.
El ALBA, como todos las alianzas para el progreso, no deja de ser un plan loable, pero en el fondo idealista: luchar contra la pobreza y la exclusión social; proteger a los campesinos y a los productores agrícolas y mancomunar esfuerzos para enfrentar a las devoradoras multinacionales de las naciones ricas, que pretenden vender productos a los países pobres y endeudarlos más; hacer un frente común para no pagar o aliviar la deuda externa.
La promesa más tentadora del bufón de América, Chávez, es cubrir, en el 100%, las necesidades energéticas de sus aliados.
Todo suena muy bonito y si fuera de fiar el novio, yo iría al matrimonio, a la fiesta y hasta participaría en la luna de miel.
En Nicaragua comenzó la duda. Hay un debate sobre 520 millones de dólares que Daniel Ortega anunció en mayo de 2008 de la cooperación de Venezuela hacia su país. La cifra entre el Banco Central de Nicaragua y la del gobierno no coincide. ¿La platica se está “embolatando”?
Pero lo que ignoran los ciudadanos de la calle y los campesinos e indígenas, es que el ALBA, aunque lo nieguen, es una alianza política e ideológica, más que económica y social. Pretende frenar la influencia de Estados Unidos en el continente y finalmente no ayudará a superar la pobreza.
El propio Chávez dijo: “es una alternativa a la hegemonía imperial”.
Manuel Zelaya ratifica: “Honduras y el pueblo hondureño no tiene que pedirle permiso a ningún imperialismo para suscribir el ALBA”. Entonces, ¿deben los hondureños aceptar al nuevo pretendiente, el aspirante a imperio del sur?
Estos mandatarios latinoamericanos o ignoran a propósito los planes del bufón de América o se hacen los de la vista gorda adrede, para poder sacar un poco de provecho en el desorden. Pero es un riesgo hacerlo.
Preguntas:
¿Por qué Chávez está dispuesto a derrochar dinero en otros países, teniendo en su casa carencias educativas y de salud, a pesar de los maestros y médicos cubanos que ahora “educan” a los venezolanos? ¿Por qué desplaza a los profesionales propios y trae extranjeros, en vez de defender a los suyos?
¿Por qué el bufón Chávez no se preocupa por llenar los refrigeradores de su pueblo y los supermercados donde escasea la leche, la carne y otros alimentos básicos, en vez de regalar el dinero en el exterior con tanto desprendimiento?
Las campanitas de boda ilusionan a cualquier mujer que desea salir de la pobreza y se sospecha solterona.
Ese novio feo esconde debajo de sus pantalones otros intereses que darle buena vida a las novias conquistadas.
Seguramente querrá comerse el pastel antes de llegar al altar, y peor aún, cuando estas mujeres abran los ojos en su casa transformada, se darán cuenta, tarde, que no tienen libertad y la nevera sigue vacía.
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