¡Que nos gobierne el instinto!

Latinoamerica

Más que prender velitas, golpear copas, hacer discursos con promesas vanas y sentir orgullo por una liberación falaz, para celebrar un año más de independencia, los pueblos Latinoamericanos deben convertir estos festejos en una etapa de reflexión.

Han pasado casi dos siglos y nada ha cambiado. Seguimos sometidos.

México, por ejemplo, celebra 198 años del «grito de Dolores» (su independencia) en medio de crisis sociales, rapiñas políticas, corrupción y guerras de la delincuencia organizada (narcotráfico y bandas de secuestradores) que dejan centenares de muertos en ciudades y campos.

El país Azteca supera los 105 millones de habitantes, de los cuales la mitad  viven en extrema pobreza. Una gran parte sólo consigue un dólar al día para alimentarse.

En el caso de Centroamérica, que el mismo 15 de septiembre de 2008 cumple 187 años desde que se emancipó de España, su progreso también ha sido lánguido y amargo. Las cifras asimismo, más que preocupar, asustan: el 50 % de los más de 38 millones de habitantes viven pobres.

Preguntó una amiga: ¿Por qué en Estados Unidos hay tanto progreso y en América Latina la pobreza sigue enquistada, reduciendo a los pueblos a un futuro incierto?

Le respondí que en América Latina, después del estallido múltiple de independencias de la corona española, se retrasó el desarrollo porque proliferaron guerras, conflictos sociales, concentración de poder en familias específicas, opresión de estados totalitarios, donde primó la codicia y la ambición y los intereses particulares superaron a los públicos.

Entre todas las formas de sometimiento padecido en Latinoamérica, la peor es la actual: el imperio económico. “La tierra de la esperanza”, como la llamó el Papa Juan Pablo II, es tiranizada por sistemas monetarios injustos, ahogada por la deuda externa y esclava de la expansión industrial desmedida, donde explotan trabajadores en fábricas multinacionales, cuyos productos nos venden después a precios exorbitantes.

A pesar de los obstáculos, Centroamérica es la región que más ha promovido la unificación en Latinoamérica. Existe la Secretaria de Integración Económica (SIECA) y el mercado común que fortaleció la zona de libre comercio. Pero todavía falta robustecer la interdependencia, es decir, la dependencia recíproca

Presidentes como Manuel Zelaya, de Honduras, proponen crear un pasaporte, una moneda y una constitución para desarrollar la zona. Si Europa lo hizo con 27 idiomas diferentes, para Centroamérica sería fácil con una sola lengua y necesidades similares.

La propuesta no es descabellada aunque suene utópica. Pero debe ser una alianza social y económica, para el bien común, no ideológica ni política.

Indudablemente, los que más temen una integración Latinoamericana son las élites de cada nación que verían reducido su poder interno, pero hay que vencerlas, a éstas, y a los que oprimen a nuestros pueblos.

América Latina merece superar ese camino tortuoso que ha recorrido y sufrido desde que asumió su destino. Tiene que salir del limbo, unida, sin consentir caudillajes, manteniendo la estructura de los Estados, sin sacrificar la independencia y aprovechando la interdependencia.

Más que pueblos hermanos, en Latinoamérica, son como siameses. Por más que los médicos los separen, estos siempre seguirán fusionados de corazón, conectados de una manera espiritual, social y cultural.

Entonces, dejémonos gobernar por el instinto de hermandad.  

Raúl Benoit
Sígueme
Últimas entradas de Raúl Benoit (ver todo)
Compartir

Raúl Benoit

Periodista y escritor colombiano de origen francés. Se ha destacado en televisión latinoamericana, como escritor de libros y columnista de periódicos del mundo.

Leave a Reply

Your email address will not be published.