Hugo Chávez debe estar revolcándose en su tumba, al enterarse de la rapiña de sus camaradas y no porque él sufriese por el pueblo, sino porque la revolución bolivariana, que él gestó de manera ególatra, sucumbe.

Si lo que intentan es desviar la atención para tener tiempo de lavarse las manos y sacudirse del estigma de conspiradores en país extranjero, se equivocan.
Si pretenden tapar con una cortina de humo el evidente fracaso del gobierno de Nicolás Maduro que ellos apoyan, también fallan.
La grabación “clandestina” es tan precisa y delatora que no hay que ser analista del café Versalles en la calle 8 de Miami para descubrir que fue preparada con todos los ingredientes y sazón, desde la propia cocina de la lujosa mansión del “proletario comunista” Fidel Castro.
Hasta produce risa socarrona la plática, cuando Mario Silva, comentarista de la televisión venezolana, recalcitrantemente Chavista y defensor a morir de la revolución bolivariana, le confiesa a un invasor cubano, una serie de crímenes contra la democracia, las finanzas estatales y revela un complot militar para derrocar a Nicolás Maduro.
Aramis Palacios, el interlocutor de Silva, es un astuto teniente coronel del G-2 cubano, una oscura dependencia que se encarga de luchar contra los enemigos internos de la revolución, la cual también ejerce como un comando de “operaciones especiales”.
Culpar a Diosdado Cabello y a otros codiciosos socialistas de pacotilla de ser conspiradores, no es novedad. Tampoco es novedad la manera como lo hicieron al estilo auténticamente castrista.
La grabación no exonera a Cuba y demuestra la injerencia en asuntos internos venezolanos desde la isla a través de una escrupulosa red de inteligencia y contrainteligencia, incrustada en las propias entrañas de las fuerzas armadas bolivarianas y en la burocracia estatal de Venezuela.
Todo apunta hacia La Habana. Pero ¿Por qué los hermanos Castro armarían esta “operación especial” en un país extranjero? Porque quieren cortarle las alas al gavilán Cabello, que puede comerse al pajarito que revolotea alrededor de la cabeza de Maduro.
Sin lugar a Dudas, como lo he denunciado en artículos anteriores, Cabello intriga para culpar a Maduro de la falta de papel higiénico y otras cositas en Venezuela y por eso los Castro, viejos zorros de la mentira, el engaño y el fraude, resolvieron darle la misión al teniente coronel Palacios de destapar todo y generar conflictos, con el propósito de atajar al enemigo.
Solamente un aliado de La Habana, chavista obstinado, podría prestarse para tal complot ilegal contra lo igualmente ilegal y su nombre es: Mario Silva.
Los venezolanos deben examinar qué papel ha jugado ese señor por años, como agente cubano y amigo personal de Castro, con quien se toma fotos cada vez que lo visita, haciendo ambos una carita de abuelitos inocentes.
Traidor a la patria es aquel que se confabula contra ella junto a extranjeros. Traidor a la patria es quien por ambición y codicia pisotea al pueblo mientras éste aguanta hambre y le quitan libertades.
Hugo Chávez debe estar revolcándose en su tumba, al enterarse de la rapiña de sus camaradas y no porque él sufriese por el pueblo, sino porque la revolución bolivariana, que él gestó de manera ególatra, sucumbe. Ninguno de esos “líderes”, en el fondo, quiso, apoyó y protegió los ideales socialistas y sospecho que ni el propio Chávez.
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