Algunas mujeres desviaron el ideal de la liberación femenina. Actúan como machos competitivos; con frecuencia promiscuas y lujuriosas, sin sentido humano.

Durante meses creí tener una novia. Hasta idealicé recomenzar mi vida con ella. Pero desperté a la cruda realidad cuando un día me dijo que no quería compromisos formales.
Entonces, le pregunté qué éramos: ¿casi-novios?, ¿amantes? o ¿“amigos con derechos”?
Es una estrategia asumida por ciertas mujeres modernas: tener “amigos con derechos”, para no comprometerse. Fundamentan su existencia en las metas propias, a la cual todos podemos aspirar, sea cual sea el género, pero sin sacrificar la felicidad.
Antes de recibir “tomates” de mis lectoras, aclaro que no todas las profesionales e independientes caen en ese estigma. Me refiero en concreto a las que prefieren su carrera por encima de todo.
Influenciadas por otras chicas que probablemente también descuidan sus amores, pero exitosas, sacrifican el deleite de amar con plenitud, la felicidad y, en ocasiones, lastiman a los hombres. Temen que ellos quieran aprovecharse.
En mi caso, nunca he buscado una mujer con la intención de poseer una sirvienta, como ciertos estadounidenses y europeos que viajan a Latinoamérica para hallar “una media naranja”.
Yo tengo un triste modelo que me hace resistir: mi madre, quien fue parte de una generación de mujeres sumisas y esclavas de su hogar, lo cual me dejó una vergüenza y una culpa masculina. Parecía feliz, pero no logró la plenitud completa. Quizás nunca reflexionó sobre la liberación femenina, que le hubiera ayudado a encontrar bienestar.
Pero no me refiero al feminismo radical, sino a la igualdad de condiciones con el hombre, no sólo profesionales, sentimentales, sino dentro del matrimonio, el hogar o la vida en pareja. Un compromiso equilibrado, sin disputar, eclipsar y sin devorar
Conozco a mujeres triunfantes en sus carreras y orgullosas de serlo y me siento contento, porque veo reflejada la libertad de mi madre.
Pero, con el perdón de las que no lo hacen, algunas mujeres desviaron el ideal de la liberación femenina. Actúan como machos competitivos; con frecuencia promiscuas y lujuriosas, sin sentido humano. Esta rivalidad equivocada de las mujeres contra los hombres se vigorizó en la revolución sexual hace 40 años con el movimiento hippie.
Ciertas mujeres se deslumbran con la serie de televisión “Sex and the City” (Sexo en la ciudad), considerada una biblia entre ellas: libres, independientes, entregadas al trabajo, pero tiranizadas por éste y vacías románticamente. Entonces, solo les queda tiempo para hallar amores pasajeros, “amigos con derechos”, para saciar sus ímpetus.
La que creí mi novia negó que ese fuera su plan. Dijo que sólo es una mujer independiente. Nunca le creí, aunque ella no llegó al extremo de ser disoluta, pero exigía demasiada libertad para “disfrutar la vida y reencontrarse consigo misma”.
Le insinué que sus metas profesionales podían ir de la mano con la “incómoda” fortuna de una pareja, pero, en ese tiempo no estuvo interesada y yo nunca he permitido consentir en mi vida ser “amigo con derechos” de nadie. Es materialista, utilitario, degradante y al final lo hace a uno infeliz.
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