La cara fea de la migración

Debemos ser sensatos sobre cómo comportarnos en los Estados Unidos, un país que nos brinda oportunidades con papeles de residencia o sin ellos.

Inmigrantes
Inmigrantes en frontera estadounidense.

Caminando tambaleante por una calle de Nueva York, un inmigrante indocumentado salvadoreño, asustaba a los peatones por su actitud errática.

Con evidentes signos de alcohol y tal vez de otro vicio, me mostró una herida de cuchillo en su hombro. Le dije que fuera al hospital y respondió que “él no tenía esos privilegios y además no confiaba en la gente”.

Él vive en la calle y sin lugar a dudas, por su actitud, es un peligro público y una potencial carga social para el Estado.

Inmigrantes, por lo general indígenas o campesinos latinoamericanos, viajan a Estados Unidos deslumbrados por un sueño que llega a sus provincias como un rumor de buenas noticias, pero al cumplirlo, a muchos los golpea el impacto cultural y social, transformándolos, en ciertos casos, en inadaptados que con frecuencia contravienen códigos.

Algunos de ellos no saben conducir carro y son un riesgo en las calles. Actúan de manera indecente en público. No respetan la tranquilidad del vecino. Ignoran que los derechos propios terminan donde comienzan los del prójimo.

Recuerdo que en Washington, en una comunidad combinada con anglos, los residentes latinos resolvieron convertir las calles en canchas deportivas, donde la cerveza y la música formaban parte de jolgorios diarios que incomodaban a los vecinos enseñados al orden.

También he visto a paisanos, después del trabajo, armar relajo con jugo de lúpulo en los pórticos de sus viviendas en comunidades tranquilas, cuando otros habitantes prefieren llegar a sus hogares a descansar.

Ahora que el espíritu antiinmigrante revivió, no sólo por la ley de Arizona sino porque grupos racistas, algunos neonazis, pretenden criminalizar a todos los hispanos, debemos ser sensatos sobre cómo comportarnos en los Estados Unidos, un país que nos brinda oportunidades con papeles de residencia o sin ellos.

Me preguntaba un lector ¿por qué los gringos tienen la obligación de resolver los problemas sociales y económicos de Latinoamérica? ¿Por qué los presidentes del sur no remedian la pobreza en sus países en vez de exigir a los políticos norteamericanos que legalicen indocumentados con el argumento de que este es territorio de inmigrantes?

Ciertamente, parte de la pobreza de América Latina es causada por la salvaje economía de naciones ricas que ahorcan con deudas a nuestros pueblos, pero, siendo razonables, no por eso los países desarrollados están obligados a recibir bandidos o personas que infringen la ley.

Es como si varios vecinos entraran a la fuerza a nuestro hogar y estuviéramos obligados a emplearlos para que nos pinten la sala y el comedor y a pesar de eso, algunos de ellos, nos roben y hasta nos violen las hijas, pero por ser “visitantes” tenemos que darles forzosamente cama y comida.

Los líderes comunitarios y los periodistas, debemos ser consecuentes con la realidad; no permitir que generalicen a los hispanos marcándonos con una cruz como si fuéramos delincuentes por el hecho de haber nacido en el sur, pero a nadie se le puede tolerar quebrantar la ley.

Si vamos a luchar por privilegios, debemos portarnos bien en el país donde estemos. Si exigimos derechos humanos y ciudadanos, tenemos que respetar el establecimiento y el bien común.

Raúl Benoit
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Raúl Benoit

Periodista y escritor colombiano de origen francés. Se ha destacado en televisión latinoamericana, como escritor de libros y columnista de periódicos del mundo.

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