Han sido nocivos para la humanidad. Corrompen a médicos, abogados, arquitectos, empresarios e infiltran la política financiando a candidatos y dirigentes. ¿Y qué decir de la narco-cultura promovida por grupos de música de banda que escriben corridos exaltando la violencia y el crimen?

Las manifestaciones a favor de Joaquín “El Chapo” Guzmán, en Culiacán, Sinaloa, mostraron la ignorancia de la gente que participó.
Con pancartas donde mujeres escribieron “Chapo hazme un hijo” y otros “Queremos libre al Chapo”, unas mil personas marcharon por las calles glorificando a quien es causante de muerte y destrucción de familias.
Quizás estos ciudadanos fueron pagados por el Cartel de Sinaloa o alguna vez recibieron beneficios, pero con estos actos se evidenció que ciertos sectores de la sociedad perdieron sus valores morales.
Más que un hecho folclórico, como quisieron hacerlo ver, la marcha es indignante, porque El Chapo y sus aliados son en parte culpables de la guerra letal que padece México, siendo los autores de cortar cabezas, un método de escarmentar a los traidores o simplemente a quien se ponga en su camino. Además, el Cartel de Sinaloa, es gestor de una sofisticada red de corrupción la cual involucra a funcionarios de los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón.
La exaltación a los narcos, en parte es culpa de la prensa y la televisión que apologiza el delito, no solo mostrándolos como “inteligentes y sagaces”, sino también exponiendo una errónea faceta de seducción y poder.
Por lo general, los traficantes de drogas no viven en un ambiente de tranquilidad y sosiego, ni siquiera disfrutan los lujos ni la familia. Siempre terminan mal: muertos, presos o huyendo de sus enemigos en la pobreza escondidos en ratoneras. Son pocos los que gozan del dinero. Tal vez los únicos afortunados fueron los hermanos Ochoa del Cartel de Medellín, que pese a haber sido cómplices de Pablo Escobar de horrendos crímenes en Colombia, después de pagar una corta condena, ahora disponene de la plata sucia, pero tarde o temprano la vida les pasará la cuenta de cobro.
Desde Escobar, Gonzalo Rodríguez Gacha alias El Mexicano, Amado Carrillo conocido como “El señor de los cielos”, hasta El Chapo, los narcotraficantes han sido perdedores y para tomar represalia, acorralan con violencia a la sociedad, se burlan de la ley y le hacen creer a ciertos sectores que la moral y la ética se puede pisotear.
Han sido nocivos para la humanidad. Corrompen a médicos, abogados, arquitectos, empresarios e infiltran la política financiando a candidatos y dirigentes. Para expiar sus pecados compran párrocos de iglesia, que les dan su bendición a cambio de limosnas, pero finalmente todo el dinero proveniente del tráfico de drogas se pierde como agua entre manos. Es una plata maldita.
Un canal de televisión estadounidense anuncia la salida de la serie El Capo 3, interpretado por el actor Marlon Moreno, a quien admiro por su talento artístico, pero lamentablemente la serie apologiza el delito. Convierte al delincuente en un personaje mítico, seductor y hasta magnánimo.
¿Y qué decir de la narco-cultura promovida por grupos de música de banda que escriben corridos exaltando la violencia y el crimen? Algunos periodistas cuestionaron a los artistas sobre por qué cantarle a El Chapo, pero evadieron la respuesta o guardaron silencio. Ninguno se atrevió a reconocer su amistad con el narco y tampoco cuestionaron sus actos violentos. Muestran más simpatía que cobardía.
Sin lugar a dudas, los narcos arrasaron con la ética y la moral en ciertos sectores de la sociedad en varios países de Latinoamérica y las secuelas de la influencia de estos criminales ya se están viendo en quienes creen que el dinero fácil es la manera expedita para hacerse ricos y poderosos sin respetar la vida. Sin respetar el estado de derecho.
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