Curioso investigué y concluí que ese ambiente extraño pudiera ser adrede por la fama del pueblo. Una manera de atraer turistas.

Una de mis fantasías periodísticas es ser llevado en una nave espacial por extraterrestres y confirmar al mundo que no estamos solos en el universo.
Se lo comenté a una amiga y me advirtió que si seguía pensando en hacer semejante estupidez me dejaba de hablar. De acuerdo a su teoría ellos se llevan a los humanos y hacen autopsias horribles para conocer el funcionamiento del cuerpo.
Terco que soy, salí al estacionamiento del lugar donde estoy hospedado con un equipo de noticias y me quedé observando el cielo en una noche clara y sin nubes, esperando ver las lucecitas ambarinas que rumoran por aquí se observan con frecuencia.
Si alguno de ustedes me hubiera visto mirando con delirio, provocándome tortícolis, tendría dos conclusiones: creería que me volví loco o que “me la fumé verde”, como dicen los que lo hacen.
El viernes llegamos a Gila Bend, Arizona, para cubrir un reportaje de inmigrantes desaparecidos en el desierto. Nos alojamos en el motel “Space Age Lodge” (Cabañas de la edad del espacio), decorado con objetos siderales y pinturas astronáuticas.
Salimos a comprar provisiones y observamos lo que nos pareció una actitud rara de la gente como si hubiera sido poseída por marcianos. Había una soledad medrosa al estilo de la “Dimensión Desconocida”. En el supermercado los únicos clientes éramos el camarógrafo Jorge Soliño, la productora Wilma Román y yo. La cajera del negocio apareció de la nada cuando íbamos a pagar.
Curioso investigué y concluí que ese ambiente extraño pudiera ser adrede por la fama del pueblo. Una manera de atraer turistas.
Gila Bend, cerca de Phoenix, Arizona, se hizo famoso el 13 de marzo de 1997, por el avistamiento de ovnis (entiéndase literalmente como objetos voladores no identificados). El suceso lo llamaron “las luces de Phoenix” y ocupó titulares de la prensa mundial. Hace 4 años, el 26 de octubre de 2005, se repitió el fenómeno cuando 3 mexicanos vieron destellos ámbar “intensos y a gran altitud”.
Este asunto de los ovnis es muy controversial. Durante décadas los expertos han acusado a militares y a la CIA de ocultar datos sobre supuestos contactos del tercer tipo.
Aseguran que los microondas, los celulares, la Internet y ciertos avances tecnológicos son aportes de los extraterrestres a cambio de ubicar delegados de planetas lejanos en puestos de poder en la tierra. Con suspicacia y tono bromista dicen que Fidel Castro y George Bush son de ellos y que dentro del cuerpo de Hugo Chávez habita un lagarto como en la película “Hombres de Negro”.
En el caso de 1997, los oficiales de la Base “Davis-Monthan” de la Fuerza Aérea de Tucson, Arizona, inicialmente informaron que no hubo ninguna maniobra militar aquella noche del avistamiento de ovnis.
El camarógrafo Soliño tiene la teoría de que propagan el misterio para ocultar los ensayos militares que hacen en el desierto y así mantener alejada a la gente. Este fin de semana, cuando buscábamos a los inmigrantes desaparecidos, comprobamos que allí sí hacen pruebas y prácticas militares. Hallamos morteros sin explotar, vainillas de balas de diversos calibres, paracaidas con bombas y vimos campos de entrenamientos secretos en zonas donde los fanáticos ven marcianitos verdes.
Hace pocos años ya mi fantasía había sido arruinada cuando la “Air National Guard” afirmó que las luces son bengalas lanzadas durante ejercicios nocturnos.
Pero todavía me niego a creerlo como Santo Tomás, aunque comprobé que el desierto de Arizona es uno de los lugares donde prueban los equipos que usarán en las guerras y que Gila Bend vive del turismo “científico” y de la fama de visitas extraterrestres.
Esta noche, sin que mis colegas se den cuenta, repetiré mi observación porque tal vez los militares mienten y sí esconden la verdad.
Por si acaso les sugerí a mis amigos identificarse cuando tocaran a mi puerta: “Willy Chirino” fue la clave y la respuesta me la dio el camarógrafo Soliño que es cubano: “ya viene llegando”, como la libertad que anhelan en su país natal. Quisiera asegurarme que los marcianitos verdes no hayan transmutado a mis colegas.
Estoy dispuesto a convencerlos de que no me hagan una autopsia, pero les sugeriría que se la hicieran a varios dirigentes de América Latina y así podríamos descubrir por qué son tan malos gobernantes.
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