Hay muy poca decisión política para enfrentar la nueva realidad de la humanidad. Es tanta la indiferencia de los dirigentes sobre el calentamiento global, especialmente en los Estados Unidos, que pocos se atreven a trazar programas para frenar el problema.

Con frecuencia escucho decir que “la madre naturaleza” está haciendo estragos con el clima y que nos castiga con los cambios drásticos atmosféricos.
Otros más despreocupados señalan que el calentamiento global y el cambio climático es sólo ficción. Pero, no es ficción lo que está ocurriendo.
En China, a finales de este mes de enero, se presentaron las tormentas de nieve más grandes en los últimos 50 años, generando un caos sin precedentes. Asustados, miles huían de sus pueblos buscando refugio incluso a la fuerza, enfrentándose a las autoridades. Los expertos creen que se arruinarán grandes extensiones de cultivos, lo cual generará escasez y hambre en un futuro inmediato.
No es ficción que nevadas asombrosas también azoten el norte de Estados Unidos y precipitaciones sorpresivas hayan caído en el norte de México, dejando un manto blanco de calamidad en los cultivos y los campos. Tornados inexplicables y vientos ciclónicos sobrevienen en lugares y épocas que nunca habían ocurrido.
No es ficción que tormentas tropicales están sucediendo fuera de temporada. “Olga”, por ejemplo, azotó el Caribe a mediados de diciembre pasado.
No es ficción que fuertes lluvias estén castigando a Latinoamérica. En Bolivia más de 32 mil habitantes tuvieron que ser evacuados en las últimas semanas y 200 mil sufren desabastecimiento por la destrucción de carreteras. Por lo menos murieron 30 personas por ese invierno calificado de apocalíptico.
Y no son ficción las noticias que llegan sobre grandes trozos de hielo que se desprenden de los polos. Un iceberg de 115 kilómetros de diámetro vaga a la deriva por el océano Antártico.
Los titulares de prensa son múltiples, pero son ignorados adrede por la mayoría de la gente y lo más fácil es echarle la culpa a “la madre naturaleza”.
Ahora razonemos sobre algunos de los culpables.
No hay ni porque sospechar si es cierto, que los que se oponen al cambio de los combustibles fósiles por bio-combustibles, tienen una intención maliciosa y los mueve la codicia. Ni siquiera sienten vergüenza por convertir a la tierra en un basurero, donde vivir tiene un futuro incierto.
Casi todos los productos derivados del petróleo contaminan la tierra y su limpieza tardará siglos. Un ejemplo son las botellas plásticas del agua envasada.
Hay científicos que están de acuerdo en que los bio-combustibles son la primera solución para reducir la emisión de gases dañinos a la atmósfera. Brasil es pionero en el uso de Etanol (alcohol vegetal producido de la caña de azúcar) el cual se mezcla con la gasolina. El gobierno brasilero anunció que este año produciría 20 mil millones de litros de Etanol, que también se puede obtener del maíz.
En una campaña perversa, a la cual le hacen eco ciertos ambientalistas (quizás asalariados) y curiosamente también algunos dirigentes, las petroleras promueven la mala idea de que al producir Etanol los pueblos de Latinoamérica sufrirán escasez de maíz y por consiguiente hambre.
Hay muy poca decisión política para enfrentar la nueva realidad de la humanidad. Es tanta la indiferencia de los dirigentes sobre el calentamiento global, especialmente en los Estados Unidos, que pocos se atreven a trazar programas para frenar el problema.
No se quieren comprometer a favor de esta causa humana, implantando políticas que controlen el medio ambiente y la emisión de gases y castigando severamente a las industrias que causan el desastre, porque equivale a perder las grandes contribuciones para que ellos lleguen al poder.
Es impopular. Temen frenar la crisis para no asumir el costo financiero y político. Por ejemplo, en la campaña a la Presidencia de los Estados Unidos, cuyas elecciones son este año de 2008, ningún candidato tiene propuestas públicas y congruentes sobre el desastre climático que se avecina. !Qué pena por ellos! Tendrán que asumir la carga con las siguientes generaciones, aunque para terror de la actual generación, quizás la tenga que vivir en carne propia.
Quienes responsabilizan a “la madre naturaleza” ni siquiera se cuestionan que los culpables mayores de esa anarquía meteorológica, somos nosotros, los hijos de “la madre naturaleza”.
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