
El almizcle del ambiente, combinación de néctares etílicos, droga, cigarrillo, sexo, sudor y gente desenfrenada, se torna obsceno y pone la piel de gallina a inoportunos como yo, que llegamos con intenciones diferentes de gozar. Regresé a Nueva Orleans, Louisiana, con la memoria fresca de la triste desolación y muerte que dejó, aquel fatídico 29 de agosto de 2005, el huracán que temían los habitantes de aquí: Katrina.
El sector conocido como “French Quarter” (Barrio Francés) se recuperó a la velocidad del relámpago. Se pusieron los disfraces, surtieron el licor y la cerveza, acomodaron las bancas de los bares y exclamaron: “Show Time”. Sin visible asomo de remordimiento, residentes y turistas, volvieron a lanzar collares de colores, desde los balcones, a mujeres que muestran sus senos con una pervertida malicia y a hombres que se exhiben sin precisar el género y muchos que ya definieron el gusto por el propio. Aquí son famosos los carnavales, como el festival “Mardi Gras”.
Detrás de esa felicidad ilusionista, se esconde el peso de la conciencia de estadounidenses que parecen amnésicos ante lo sucedido. Aquí nadie se pregunta qué pasó con los damnificados y tampoco se cuestiona el por qué ocurrió esta, la peor tragedia natural de este país rico, “muy preparado” para afrontar situaciones difíciles.
Más allá de la pérdida de vidas, el colapso económico y la secuela social que dejó Katrina, coexiste la desvergüenza de no aprender de la tragedia. Ahora que volví, parecía disimulada por el maquillaje, aunque afuera del “Barrio Francés” no pueden ocultar la indolencia del Estado: suburbios desolados, miles de casas abandonadas, pueblos fantasmas y negocios paralizados. Lo advertí recorriendo la costa del golfo de México, en los estados de Mississippi, Alabama y Louisiana.
Habrá quien me diga “a mal tiempo, buena cara”. Pero quienes fuimos testigos de ver parte de la ciudad cubierta de agua, cadáveres flotando y pobres llorando, no podemos olvidar.
¿Qué causó esa temporada absurda de 2005, con 26 tormentas tropicales, 13 de las cuales se convirtieron en huracanes? ¿Le creemos a los científicos que dicen: es una consecuencia del Calentamiento Global? En vez de ser apáticos comencemos a aceptarlo y corrijamos lo que hacemos cotidianamente.
Ninguno de nosotros escapamos del dedo acusador y más si vivimos en Estados Unidos, donde hay poca conciencia sobre la conservación de recursos naturales. Esta nación derrocha energía, agua y lanza al aire productos dañinos para la capa de ozono, en forma inmoral. Si la teoría científica es cierta, llevamos un grado de culpa por lo que pasó en aquella temporada de huracanes y por lo que vive hoy Nueva Orleáns.
Soy culpable de no disminuir el uso de aerosoles para aromatizar la casa; de quemar gasolina yendo a la farmacia en carro en vez de usar bicicleta; de gastar energía excesiva para sentirme cómodo con el aire acondicionado.
Es culpable el vecino que derrocha cloro, como si fuera agua, ignorando que los vapores liberados dañan la capa de ozono. Son responsables mis hijos, que malgastan agua sin medir las consecuencias de su agotamiento. Somos culpables todos los que consumimos carne roja. No se rían de mí. Suena irracional, pero es verdad, criar vacas trae como consecuencia, tala de árboles y disminución de los ríos.
El calentamiento global es una realidad de esta generación. Viendo al futuro será un escenario dramático. Según las conclusiones de la reunión de la ONU sobre el cambio climático, realizada en París, Francia, el 1 de febrero pasado, quedan 10 años para que podamos frenar la catástrofe ambiental y climática. La responsabilidad no es sólo de los gobernantes, sino de quienes debemos preocuparnos por hijos y nietos. Escuchemos lo que pregonan los ambientalistas, vistos como maniáticos por algunos: aplicar las tres “erres”: reducir, reciclar y reutilizar.
Aunque Katrina ahora sea sólo una fábula folklórica del “Barrio Francés” en Nueva Orleáns y se vendan camisetas, souvenirs y tragos con su nombre, no olvidemos la tragedia, ni la veamos como algo lejano que se conmemora en “History Channel”.
Gritemos “Show Time!”, pero pensando en un mejor futuro para el mundo, con más vida y menos muerte.
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