Cada acto demuestra la bajeza de esa camarilla de criminales, que pretende robarle a los venezolanos su futuro, pero, a pesar de sus intenciones ruines, jamás les arrebatará la dignidad.

Cuando los regímenes totalitarios se ven amenazados por la fuerza del pueblo, agudizan sus acciones represivas, radicalizan el control militar y aplican con más rigor la censura de prensa para esconder sus fechorías. Eso es terrorismo de Estado. Cuando se llega a esos extremos, los ciudadanos tienen el derecho de entrar en desobediencia civil.
Los venezolanos, a pesar de la represión sangrienta finalmente han ido despertando, haciéndole honor a su himno, “Gloria al bravo pueblo” y aunque los malos actos de los opresores son ignorados por otros gobiernos y por entidades como la ONU y la OEA, que al guardar silencio juegan un papel de cómplices tácitos, el pueblo ha roto las barreras del aislamiento a través de las redes sociales consiguiendo apoyo mundial.
El dúo dictatorial de Maduro-Cabello no respeta la propia constitución chavista, sobrepasa los límites de la ley y la justicia, abusa del poder y miente pero, la represión se volverá en contra de ellos porque el matar y herir al pueblo es traicionar a la patria.
Son traidores al permitir que los colectivos, esas milicias urbanas que pretendían al comienzo ser como los comités de defensa de la revolución de Cuba, siembren el caos y el terror en las calles. Esos malandros serán el peor error de los socialistas del siglo 21.
También traicionan a la patria los soldados indignos que ahora muchos venezolanos llaman basura verde. Pero no todos son secuaces de la revolución bolivariana.
¿Por qué y para qué han llegado soldados cubanos? La respuesta es que dentro de las fuerzas armadas crece la inconformidad. Al tener extranjeros expertos en reprimir, vigilar y controlar, se cree contener la probable sublevación que se gesta en las filas del ejército.
Maduro debe sospecharlo, como seguramente desconfía de Cabello, quien no es el favorito de los Castro y esconde sus propias ambiciones personales, esperando el momento en el cual recibirá el inmerecido premio de mostrarse como un salvador de Venezuela. Cabello tiene una porción del ejército a su lado, generales y coroneles que protegen a narcotraficantes, incluyendo a la guerrilla de las Farc que usa el territorio venezolano para el trasiego de la droga y entrar armas a Colombia. Roguemos que los inconformes del ejército no resulten ser los amigos de Diosdado.
Las mentiras son el reflejo del temor. El régimen miente al afirmar que las marchas son una estrategia para provocar un golpe de estado. Las manifestaciones brotaron porque la gente está cansada de la escasez de alimentos, de insumos básicos y de divisas para importar. También debido a la inseguridad instituida por los comités de defensa de la revolución, esos malandros armados por el propio gobierno para enfrentar, exactamente, lo que vive Venezuela hoy: la rebelión popular.
Miente el régimen al señalar que uno de los autores intelectuales de la violencia es Leopoldo López, cuando el mundo entero evidencia, gracias a los periodistas ciudadanos, que la muerte y destrucción ha sido provocada por “la autoridad” en complicidad con los “colectivos”.
Miente Diosdado que, siendo presidente de la Asamblea Nacional, sin respetar la separación del poder Legislativo frente al Judicial, volviéndose juez y parte, fungió de chofer y carcelero conduciendo el carro donde llevó a prisión a López, dizque para protegerle la vida, pero solo encubría la malévola intención de humillarlo y hacerle propuestas maliciosas sugiriéndole asilo político en el extranjero, para después acusarlo de cobarde.
Cada acto demuestra la bajeza de esa camarilla de criminales, que pretende robarle a los venezolanos su futuro, pero, a pesar de sus intenciones ruines, jamás les arrebatará la dignidad.
La desobediencia civil solo está comenzando y, conociendo a los venezolanos heroicos por tradición, entre más se radicalice la dictadura, más radical será el pueblo.
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