Nicolás Maduro acusa a los opositores de provocar los incidentes diciendo que “venían preparados para atacar a los diputados de la revolución”. Ellos intentaban restablecer su derecho a hablar. No cuenta que Diosdado Cabello, el líder de la asamblea, censuró y cerró los micrófonos a quienes no aceptaron, a la fuerza, a Maduro como presidente ilegal.
Maduro, asustado por lo que ve: un pueblo rabioso y ricos y pobres descontentos (no todos comen cuento comunista), le echa la culpa al candidato opositor Capriles y a los medios de comunicación de ser responsables de los muertos y heridos en la protesta del lunes 15 de abril, cuando muchos venezolanos sospechan que fueron las milicias bolivarianas.
Sin dejar que la oposición se levante del golpe, el chavismo amenazó que la revolución socialista se radicalizará; entonces, debemos preocuparnos porque habrá más persecución a la prensa y expropiaciones con el sofisma de que es la riqueza recuperada para el pueblo, pero es mentira, porque quienes viven con lujos y derroche son los que están en el poder, los “boliburgueses”.
Makled también niega la acusación que le hace la DEA de enviar 10 toneladas de cocaína al mes desde los puertos que controlaba. Por esos cargos Estados Unidos lo pidió en extradición, pero el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, para aliviar las tensiones con Chávez, belicoso vecino a quien inoficiosamente intenta seducir, se lo mandará como una fineza con su “nuevo mejor amigo”, como lo llamó con ingenio colombiano, para restablecer relaciones diplomáticas y comerciales.