Maduro, asustado por lo que ve: un pueblo rabioso y ricos y pobres descontentos (no todos comen cuento comunista), le echa la culpa al candidato opositor Capriles y a los medios de comunicación de ser responsables de los muertos y heridos en la protesta del lunes 15 de abril, cuando muchos venezolanos sospechan que fueron las milicias bolivarianas.
Maduro y Cabello son dos personajes astutos que sacarán provecho de la partida de Chávez; el extinto será leyenda y en la historia quedará como el salvador del pueblo, cuando en vida se derrumbaría solo, como de hecho ya se estaba derrumbando. Ellos, los herederos, están haciendo un trabajo minucioso, vigorizando la leyenda para usarla como nueva carnada de incautos. Chávez los sostendrá desde el sepulcro.
Todos sabemos las tretas usadas en el pasado para llegar a este punto. Desde que asumió su primer mandato en febrero de 1999, elegido por el pueblo que confió en él cansado del pillaje de una clase dirigente corrupta, Chávez fue tejiendo la red para no volver a entregar la presidencia. Escribió su propia constitución y se apoderó de los puestos más vitales del gobierno, usando la democracia como método y escudo, lo cual permitió que se atornillara al poder.