En la Florida proliferan las clínicas del dolor donde los médicos recetan opiáceos como la Codeína, el Vicodín o el Oxicontín, como dar una aspirina. El FBI sigue continuamente pistas de traficantes que compran las pastillas a los pacientes para revenderlas en el mercado negro.
No es solo la pobreza que lleva a los menores de edad a caer en el infierno de la prostitución, sino la falta de valores morales y religiosos en familias, cuyos padres desamparan a sus hijos o los entregan por plata o los obligan a ir a las calles para que consigan dinero a cualquier costo.
¿Por qué parte de esa plata de la guerra contra las drogas no se invierte en desarrollar la agricultura, la ganadería y la industria? En las zonas cocaleras y amapoleras de México, Colombia, Perú y Bolivia, les vendría bien recibir insumos agrícolas, tractores, hacerles carreteras para sacar los productos y pagarles mejores precios a los campesinos por las cosechas.
Estas mafias no se detienen porque no poseen moral. Popularizan la idea de que las droga blandas, como la marihuana, no son malas, con el fin de encaminar a sus “usuarios” hacia el consumo de las duras, la cocaína y la heroína.