Quien aprenda desde niño a gestionar para bien sus emociones será más feliz de adulto. Pueden capacitarnos en matemáticas, geografía, ciencias e historia, pero si no nos enseñan a amar, a complacer y complacernos, a compartir y a expresar las emociones, seremos adultos aburridos, antipáticos y llenos de amargura.
La Unicef alerta a las familias sobre este peligro latente. Los niños y adolescentes, por lo general, son inocentes y buscan en las redes sociales entretención, amigos y conocimiento. Por esa sed de saber más y ganas de pasarla bien, son presas fáciles de los lobos cibernéticos que se mantienen al acecho en la red para atraparlos.