Hugo Chávez debe estar revolcándose en su tumba, al enterarse de la rapiña de sus camaradas y no porque él sufriese por el pueblo, sino porque la revolución bolivariana, que él gestó de manera ególatra, sucumbe. Ninguno de esos “líderes”, en el fondo, quiso, apoyó y protegió los ideales socialistas y sospecho que ni el propio Chávez.
Todos sabemos las tretas usadas en el pasado para llegar a este punto. Desde que asumió su primer mandato en febrero de 1999, elegido por el pueblo que confió en él cansado del pillaje de una clase dirigente corrupta, Chávez fue tejiendo la red para no volver a entregar la presidencia. Escribió su propia constitución y se apoderó de los puestos más vitales del gobierno, usando la democracia como método y escudo, lo cual permitió que se atornillara al poder.
Sin dejar que la oposición se levante del golpe, el chavismo amenazó que la revolución socialista se radicalizará; entonces, debemos preocuparnos porque habrá más persecución a la prensa y expropiaciones con el sofisma de que es la riqueza recuperada para el pueblo, pero es mentira, porque quienes viven con lujos y derroche son los que están en el poder, los “boliburgueses”.
Las artimañas del dictador para preparar el terreno a su favor han sido variadas. La más evidente es el manejo de la supuesta enfermedad para que el pueblo lo compadezca. La otra es su transformación religiosa; ahora agradece a Dios los beneficios recibidos para seguir viviendo porque, de acuerdo a su chifladura, fue escogido para llevar a su pueblo al “paraíso” de la revolución del siglo 21.
Dicen que fue una farsa para victimizarse y ganar la compasión del pueblo en pleno proceso electoral. Que fue una cortina de humo con el fin de apaciguar la crisis interna, la inconformidad social, la escasez de alimentos, de carne y leche, y de gasolina. El moribundo llevó a su país a una crisis histórica de falta de carburante por el deterioro del sistema de refinación y en parte por el contrabando hacia países vecinos. Sus críticos indican que hoy Venezuela importa combustible desde los Estados Unidos. El gobierno chavista lo niega, aunque no puede esconder su excesiva generosidad con los aliados en Latinoamérica.
Los falsos sueños de ciertos venezolanos incautos se desvanecen en medio de radioterapias oncológicas de Hugo Chávez, sus maliciosos silencios ocultando la verdad y sus rezos de arrepentido hipócrita, pidiéndole salud al Dios que ignoró en el pasado, pero no rogó un perdón por su crueldad y egoísmo, solo imploró por su vida para continuar el pérfido plan de ser un emperador del mal.
En el momento de partir a Cuba el dictador dejó entrever que su futuro, bien sea por la dolencia o por otro motivo, estará en el espíritu revolucionario de sus partidarios venezolanos: “Cuando este cuerpo se acabe, Chávez estará en las calles, estará en el pueblo, para seguir dando batalla por Venezuela”.
Indigestado de egolatría el presidente venezolano ha ido cavando su propia tumba, cerrando las puertas a quienes podría apoyarlo, ante la fragilidad de su cuerpo por la enfermedad y el raquitismo político que lo ha debilitado ante el pueblo.
Otros ignorarán que exportó la revolución bolivariana cambiando el destino de ciertos pueblos latinoamericanos que decidieron escoger ese camino tortuoso y quizás equivocado; ellos apenas están comenzando a sufrir el daño socioeconómico el cual muchos expertos auguran como el acabose para el futuro de esas naciones.
Makled también niega la acusación que le hace la DEA de enviar 10 toneladas de cocaína al mes desde los puertos que controlaba. Por esos cargos Estados Unidos lo pidió en extradición, pero el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, para aliviar las tensiones con Chávez, belicoso vecino a quien inoficiosamente intenta seducir, se lo mandará como una fineza con su “nuevo mejor amigo”, como lo llamó con ingenio colombiano, para restablecer relaciones diplomáticas y comerciales.