el cartel “La Familia Michoacana” es un grupo de narcotraficantes que ha creado un nuevo precepto moral. Al mando están cuatro individuos, reverenciados como líderes religiosos, que justifican sus ejecuciones como “mandatos del señor”.
Estos malos ejemplos decepcionan, pero lo grave es que no son hechos aislados. Es un reflejo de lo que padece México, una cruda realidad que se hace más visible, aunque por años se mantuvo subterránea en las cavernas de la complicidad.
En medio de la hostilidad, los policías tienen dos opciones: combatirlos con el riesgo de morir, o dejarse sobornar. Los delincuentes matan a los que ellos creen que protegen a una u otra organización y de paso amedrentan a los honestos.
Los primeros porque no aceptan que Colombia ha vivido años de miedo por el narcotráfico y el terrorismo financiado por este, y los otros porque tampoco admiten que la violencia empeora al punto de parecerse a Colombia, en la época del narco-terrorismo a finales de los 80 y comienzos de los 90.