En la Florida proliferan las clínicas del dolor donde los médicos recetan opiáceos como la Codeína, el Vicodín o el Oxicontín, como dar una aspirina. El FBI sigue continuamente pistas de traficantes que compran las pastillas a los pacientes para revenderlas en el mercado negro.
La pandilla de militares involucrados en el trasiego de la cocaína por Venezuela, es mucho más grande de lo que parece. Es el Cartel de los Soles, o mejor, el Cartel Chavista.
Han sido nocivos para la humanidad. Corrompen a médicos, abogados, arquitectos, empresarios e infiltran la política financiando a candidatos y dirigentes. ¿Y qué decir de la narco-cultura promovida por grupos de música de banda que escriben corridos exaltando la violencia y el crimen?
La lucha que se librará en México en los próximos años será más sangrienta y letal que la vivida hasta hoy. La captura del Chapo es un pequeño golpe a la gran industria del narcotráfico.
¿Qué pasará con los record criminales de miles de jóvenes que entraron a las cárceles porque resolvieron dar una probadita de marihuana en una noche de juerga y la policía los pilló?
Más que una defensa social, la guerra civil no declarada que vive México tiene un sospechoso y oscuro trasfondo político y económico.
El narcotráfico no paga bien. Es un negocio maligno y quien se mezcle con estos criminales siempre termina mal: muerto, en la cárcel o perseguido. La cadena siniestra condena a todo el que toca ese dinero sucio.
México atraviesa por una etapa similar. Desde que llegó al poder el presidente Enrique Peña Nieto, formó un séquito de propaganda que se propone maquillar y ocultar la violencia para hacerle creer a la opinión nacional e internacional que el Partido Revolucionario Institucional –PRI-, ha traído de nuevo la tranquilidad y controla eficazmente la seguridad.
¿Por qué parte de esa plata de la guerra contra las drogas no se invierte en desarrollar la agricultura, la ganadería y la industria? En las zonas cocaleras y amapoleras de México, Colombia, Perú y Bolivia, les vendría bien recibir insumos agrícolas, tractores, hacerles carreteras para sacar los productos y pagarles mejores precios a los campesinos por las cosechas.
La idea, debatida por años, siempre ha surgido de intelectuales, sociólogos y grupos de ciudadanos preocupados por la violencia que genera ese negocio maligno. Pretenden convencer a los políticos y a los gobernantes de que se debe legitimar y regularizar la producción y el consumo de drogas sicotrópicas para reducir la criminalidad y enfocar todos los esfuerzos a la educación de la niñez y la juventud con el fin de que sepan cuán peligroso es consumir alucinógenos.