Depender del petróleo para mantener una estabilidad económica, es algo que tienen que evaluar los países como México y Venezuela porque la volatilidad de sus precios es un riesgo social que no se puede correr en tiempos difíciles.
Ceden el usufructo del subsuelo a extranjeros -propiedad del Estado, es decir, del pueblo-, recibiendo miserables regalías, en relación a las grandes ganancias que deja el negocio. Después, las petroleras nos venden la gasolina refinada a alto precio, diferencia de valor que al final sufragamos todos los que llenamos el tanque del carro. Se paga caro y no se reciben los beneficios que prometen en salud, en educación, alimentos y en progreso, porque el dinero se queda en el camino, en manos de corruptos.
¿Y por qué mi arroz con salmón depende del etanol?, le pregunté extrañado. “Porque los agricultores están sembrando para surtir la materia prima del biocombustible”. ¿Cómo pudo llegar esta crisis tan rápido, si ese asunto del etanol, está comenzando? “No sé, pero hay gato encerrado”, me respondió.