México atraviesa por una etapa similar. Desde que llegó al poder el presidente Enrique Peña Nieto, formó un séquito de propaganda que se propone maquillar y ocultar la violencia para hacerle creer a la opinión nacional e internacional que el Partido Revolucionario Institucional –PRI-, ha traído de nuevo la tranquilidad y controla eficazmente la seguridad.
En lo que pareciera una carrera contra reloj entre los republicanos y los demócratas para ganarse o conservar la simpatía de los hispanos en los Estados Unidos, algunos políticos se echan al hombro la carga de una reforma migratoria a como de lugar.
Desarraigar el comunismo, incrustado en la médula de la nación, desde el sistema educativo, la salud, la burocracia neo-burguesa, hasta persuadir a las fuerzas armadas que apoyar a Chávez ha sido el peor error histórico de su historia, será tan difícil como extirpar la malignidad de los tumores que, supuestamente, han ido diezmando la energía y fortaleza del perturbado líder.
Sin embargo, ahora ha surgido un espíritu nacionalista con falsos orgullos y algunos hasta piden desconocer el fallo, como el ex mandatario Álvaro Uribe, quien con su estilo camorrista (Cuando en el pasado dijo que la decisión de La Haya había que acatarla), pretende instigar al presidente Juan Manuel Santos a una confrontación, lo cual sería adverso, no solo contra el derecho internacional, sino por la imagen de Colombia en el exterior que tanto preocupa a mis paisanos, generando un ambiente bélico inapropiado, peligroso e injusto para los humildes pescadores y los ciudadanos raizales de esas islas.
Para distanciar el voto hispano, los golpes más duros lo dan los republicanos que hacen creer a los electores que Obama falló al no ayudar a los inmigrantes indocumentados. Sí es cierto que cuando pudo con una cámara de representantes en su mayoría demócrata, no presentó la reforma migratoria a tiempo, pero también es innegable que son los republicanos quienes más se oponen a legalizar alrededor de 11 millones de indocumentados
Sin lugar a dudas, a través de las leyes y del uso malicioso de los vericuetos legislativos, Martinelli, como los otros aspirantes a dictadorcitos de Latinoamérica, pareciera estar tejiendo la red para atornillarse en el poder. Pero, según dicen, ha sido desenmascarado por la oposición unida, alianza que no se veía desde Noriega.
También alteraba información confidencial favoreciendo los antecedentes penales de criminales y las órdenes de captura contra los jefes de las bandas paramilitares. El DAS es una entidad similar al servicio secreto de Estados Unidos y depende directamente del presidente de la república.
Algunos actores de la izquierda, justificando este viraje, hablan de la madurez política de Latinoamérica, pero no es así. Es la ansia de conseguir trabajo, mejores ingresos, salud y educación, lo que lleva a la gente a creer en las promesas de los socialistas del siglo XXI, que se venden como salvadores, pero son iguales o peor que el comunismo cubano.
Compadezco a los peruanos en estos momentos históricos porque resolver la encrucijada entre los dos candidatos a la presidencia es como quedar atrapados al borde de un abismo y decidir entre ser arrollado por una estampida de rinocerontes o lanzarse al vacío a un río profundo.
Nicaragua es uno de los países más pobres de América Latina y esto es un elemento que usa el aspirante a dictador, haciendo promesas ilusorias, adulterando la realidad y apropiándose del destino del pueblo. Pero el pueblo no es bobo como los orteguistas creen. Tampoco está tan adormecido o cansado de las trampas políticas, que no le permita reaccionar y ver con claridad que hay un engaño.
Piedad es una polémica ex senadora, a quien recuerdo como aguerrida dirigente liberal, caracterizada por su defensa de las minorías étnicas, las mujeres y los Derechos Humanos. Luce un turbante que la hace reconocible en cualquier lugar.