Por eso, cuando a ciertos facultativos les cae un paciente en el consultorio (los que son deshonestos y olvidaron el juramento de Hipócrates) pretenden «descubrir» padecimientos inexistentes, prescribiendo exámenes innecesarios que ellos mismos efectúan y recetando drogas sugeridas por las corporaciones médicas, a cambio de viajes en cruceros, convites en hoteles y regalos suntuosos.
Esa pasión por el oficio de periodista no la tienen aquellos primíparos que sólo buscan fama y fortuna y que han convertido la profesión en un mercado de senos grandes, piernas torneadas, traseros hermosos, cuerpos musculosos y bronceados, lo que se les vuelve una competencia de vanidades, ignorando el profesionalismo.