El dato, más que impactante, es vergonzoso. Esta fascinación de las muchachas con el crimen organizado no solo tiene que ver con la búsqueda de comodidad y lujo, sino con el poder. Muchas de estas chiquillas, oprimidas por una sociedad elitista, clasista y que relega de manera denigrante, creen que podrán alcanzar el estatus de quienes las humillan.