La solidaridad debe comenzar en casa, como el mismo Francisco viene diciendo desde que, en marzo, asumió el papado. Los sacerdotes tienen la obligación de adaptarse a esta nueva era de conducta.
El rostro jovial y la energía de Jorge Bergoglio, a pesar de los 77 años, proyecta una nueva cara de la Iglesia Católica, haciendo resurgir la fe en almas incrédulas.
La «santa sede» está dominada por hienas que luchan por quedarse con el mejor pedazo de la presa, mientras vemos estupefactos cómo la palabra de amor y bondad de Jesús y su sacrificio en la cruz les vale poco y lo único que ambicionan es el gran poder que se ejerce tras la Basílica de San Pedro y para lograrlo son capaces de rendirse al mal.